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Los 6 dramáticos vicios del corrector por los que los escritores huyen

Querida escritora, querido escritor. Quiero que sepas que entiendo perfectamente la sensación de pérdida y desolación que sientes al entregarle tu obra a un corrector.
Es lo más parecido a lo que sentimos las mamás y los papás el primer día que enviamos a nuestros hijos al jardín de infantes: de pronto, alguien va a hacerse cargo de lo que construimos con tanto esfuerzo y dedicación. ¿Y si no lo comprende?, ¿y si le quiere cambiar las ideas?, ¿y si piensa que es diferente de lo que es y lo confunde?
Bien, así como un buen docente sabrá desarrollar todas sus posibilidades e ir trabajando aquellos aspectos que lo necesitan, un buen corrector hará exactamente lo mismo. Y ¿por qué la relación del libro con un hijo? Creo que está más que claro que sentimos a nuestros escritos como si fueran hijos, los protegemos, queremos verlos crecer, madurar, desarrollarse y salir al mundo una vez que están listos y, obvio, verlos triunfar. Igual que con un libro.

Siguiendo con esta analogía, te pregunto: ¿dejarías de enviarlo al colegio por temor a las modificaciones que sufrirá? La respuesta es NO. Lo que sí hacemos como mamás y papás es estar atentos, seguir de cerca su evolución. Igual que con un libro.
Ahora bien, ¿están locos los escritores por no querer enviar sus obras a corregir? No, no lo están; lo que ocurre es que, así como hay buenos y malos maestros, también hay correctores buenos y malos.
Sin lugar a dudas, es porque han tenido malas experiencias con correctores que no han sabido cumplir con su oficio.
Vamos a descubrir cuáles son esos excesos tan temidos de los que te tenés que proteger.

Vicios del corrector

                  1. La sobrecorrección
                  2. No respetar el estilo
                  3. No saber interpretar el sentido
                  4. No respetar las decisiones del escritor
                  5. Ser purista del idioma
                  6. La falta de comunicación con el autor

1. La sobrecorrección

Uno de los vicios más comunes de un corrector literario, y lo que más trabajamos durante la carrera, es la sobrecorrección, que consiste en corregir errores que no son tales: Se corrige porque “a mí me suena diferente”, “yo lo escribiría de tal o cual manera”, “queda más lindo”. Todas apreciaciones subjetivas, que no tienen nada que ver con errores, sino con pareceres.
No entender lo que se lee y modificarlo equivale a estar corrigiendo algo que subjetivamente se ve mal. Es probable que el corrector lo hubiese escrito de otra manera; de ese modo, no está respetando el pensamiento del escritor, no está respetando sus palabras, no está respetando su estilo, está como queriendo ponerse en el lugar de quien escribió el texto. Este es un error tan temido que provoca que el 99% de los escritores escape y con total razón, porque cada autor tiene su estilo, es reconocido por ello y eso no se debe modificar nunca.

2. No respetar el estilo

Todos hemos oído hablar del estilo de Cortázar, del borgeano, del de Isabel Allende, del de García Márquez, etc. Esto quiere decir que cada escritor tiene su estilo que construye con su manera de expresarse, su política, su cultura en general y su esencia. El estilo es la forma especial de escribir que cada escritor tiene.
Cuando corregimos una obra nueva, no lo podemos reconocer porque todavía no está, por decirlo de alguna manera, formado; no obstante, y de manera innata, cada escritor y escritora lo tienen. El buen corrector puede vislumbrar ese estilo para no sesgarlo y permitir que aflore en los próximos escritos.

3. No saber interpretar el sentido

Hay diferentes clases de sentidos. Hay un sentido literal y un sentido figurado. Ambos se van descubriendo desde la infancia. Sabemos que el literal es el sentido objetivo que tiene una determinada palabra o frase que no se presta a interpretaciones diferentes de la que se está enunciando. El sentido figurado, en cambio, aporta un significado diferente, haciendo uso de la metáfora, de la ironía, de las paradojas o de las comparaciones, por ejemplo.
El corrector debe poder captar el sentido de las palabras del escritor para que su corrección se ajuste a lo que el escritor necesita. Una mala corrección en este aspecto tergiversaría el sentido que el autor quiere darle al texto.

4. No respetar las decisiones del escritor

En este sentido, el lenguaje inclusivo nos presta un gran aporte para comprender este punto. Sabemos que no está aprobado por la Real Academia y que es un tema que está en discusión, aunque, de hecho, la mayoría de las Universidades e Instituciones Públicas no solo lo aceptan, sino que lo propician de diferentes maneras. El tema del lenguaje inclusivo no es el punto de discusión aquí, sino la decisión que haya tomado el autor y a la que debemos atenernos como correctores. Corregir decisiones de escritura del autor es, en última instancia, pisotear sus derechos.

5. Ser purista del idioma

Otro tipo de problema surge cuando el corrector corrige un texto literario sin tener en cuenta el contexto. Está muy claro que se dice “al lado” y no al lao, salvo que se trate de un personaje del campo y que el autor lo haya escrito intencionalmente para marcar una determinada característica; otra situación similar se da con la “z” en lugar de la “s”, si el personaje lo requiere, por ejemplo un niño; o las repeticiones en los cuentos para niños. Hay cantidad de casos que DEBEN estar mal escritos para marcar la característica. Eso NO se cambia.
¿Qué ocurre cuando el corrector corrige de manera purista un texto? Le quita o tergiversa su sentido.
De esto escapan también los escritores.

6. La falta de comunicación con el autor

El corrector debe atenerse a las correcciones absolutamente justificadas y teniendo en cuenta puntos como los que nombramos antes, que tienen que ver con el estilo, con las características del personaje, con el público al que va dirigido, con la época del cuento y, en definitiva, con las decisiones del autor.
Hay ciertamente pasajes que nos resuenan de manera rara o que cuando corregimos vemos una falta de concordancia, de relación, a veces entre el texto y los dibujos. Todos esos puntos se resuelven en conjunto con el autor. El corrector tiene que ser el primer lector crítico, quien pueda marcarle aquellos puntos oscuros o que lo sacan del relato. Si el corrector puede hacer eso, desde una buena comunicación con el autor, se convierte para él en un aliado invaluable.

Aquí ya tenemos bastante para meditar, ¿cierto? Y ahora la pregunta del millón:

¿Cómo debe hacer el corrector para no caer en ninguno de estos vicios ni en tantos otros más?

    • Leer atentamente antes de empezar a corregirlo para comprender de qué se trata, qué tipo de texto es, a quién está dirigido, cuál es su propósito y tomar nota del argumento, de los personajes y de la superestructura.
    • No apropiarse del escrito. Entender que está haciendo la corrección de una obra ajena.
    • Darse cuenta de que no está escribiendo.
    • Comprender que ante cualquier duda debe consultar con el escritor.
    • Saber que puede marcar y sugerir cambios, pero nunca reescribir.
    • Tener muy presente que cada intervención en el texto, además de estar sólidamente fundamentada, debe estar marcada de manera tal que el autor pueda ver claramente la intervención y aceptar o rechazar cada cambio.

 


 

Espero que te haya sido útil el artículo. Ten presente que en Mar de Textos nos ocupamos de revisarlo todo.

 ¡Que tengas una excelente semana!

Adriana Mazitelli

Como correctora literaria me especializo en adecuar los textos a la normativa vigente, teniendo en cuenta el público al que van dirigidos, tanto en la oralidad como en la transmisión escrita.

Esta entrada tiene 4 comentarios

  1. Gloria Arcuschin

    Una nota, como correctora, que brinda una gran tranquilidad, a quienes dudamos en dar los textos literarios para su trabajo, con fines de editar! Excelente!

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